miércoles, setiembre 06, 2006

Cronica importante del rugby

Por Antonio Valencia.

...El Petiso Granado observó al muchacho, desgarbado, poco robusto y de brazos muy flacos, un biotipo nada favorable para incorporarlo a la ruda disciplina. Menos con los antecedentes que traía.

-¿Y vos querés jugar al rugby? ¡Pobre pibe! Te van a romper en dos al primer tackle... -espetó el coach, con el expreso ánimo de desalentar al terco postulante cuyo nombre, Ernesto Guevara de la Serna, no le decía absolutamente nada.

La escena, Alberto Granado no la olvidó jamás. Imposible. Fue el preciso momento en que arrancaba una de las amistades más férreas que en su vida cultivó el Che Guevara y con quien, en 1951, protagonizó una delirante e iluminadora travesía por Latinoamérica sobre La Poderosa II -una moribunda motocicleta Norton 500 del año ’39...

Con 83 años y una infarto a cuestas -“pero que ya olvidé porque me siento muy bien, salvo unos dolores reumáticos producto del rugby y el fútbol”, precisa al teléfono de su casa en La Habana-, Alberto Granado recuerda con toda lucidez el encuentro con el imberbe adolescente que poseía una irrenunciable pasión por conseguir sus objetivos.

De esa pasión supo temprano su propio padre, Ernesto Guevara Lynch, cuando intentó extirpar el rugby de la vida de su vástago. “Los médicos me habían dicho que era un deporte simplemente suicida para Ernesto, que su corazón no podía aguantarlo. Una vez se lo dije y me contestó: ‘Viejo, me gusta el rugby y, aunque me reviente, voy a seguir practicando’”.

No había caso. “Ernesto tenía 14 años. Él quería jugar rugby, pero como sufría de asma de muy pequeño ningún entrenador lo quería aceptar. Jugar con asma era un riesgo grande. Entonces, mi hermano menor (Tomás), compañero de estudio suyo, me lo presentó sabiendo que yo creía mucho en el deporte como forma de mantener la salud. Lo trajo para ver si yo lo podía entrenar”, relata Granado.

-Para entrar al club del que usted era entrenador, Estudiantes de Córdoba, él Che debió pasar una prueba.

-(Risas) Sí. Era una prueba necesaria porque de lo contrario había gente que venía, entrenaba, encontraba bonito el juego, pero cuando le daban cuatro tackles bien dados se arrepentían y no volvían más. ¡Lo peor es que se iban con la camiseta, los zapatos y todo! No podía ser. Por eso, la norma era que para ser jugador nuestro, debía saltar sobre un palo de escoba a una altura de un metro diez, y caer con el hombro, de golpe, una jugada que puede pasar 40 veces en un partido. La mayoría, al segundo salto, se iban para no volver. La excepción fue Ernesto, que no se puso ni el short, se colocó la camiseta y se tiró una vez, y se tiró otra y otra... ¡Si no le digo basta, me hace un hueco en el patio!

-Así nació el nuevo apodo para el Che, que de Pelao pasó a Fuser.

-Claro. El tenía un tackle muy violento y, por lo demás, muy heterodoxo, no iba a la cintura, sino casi a la altura del hombro, y aplicaba una fuerza increíble para su peso. Él jugaba de tres cuartos wing y, cuando cogía la pelota gritaba: “¡Acá va el Furibundo Serna!” Serna por la madre, y Furibundo por su estilo decidido y valiente. En la cancha le decíamos Fuser, una síntesis de Furibundo Serna y un nombre más corto para el rugby.

-De acuerdo, ¿pero por qué Serna y no Furibundo Guevara?

-Debido a la mujer que le dio el ímpetu. Celia, su madre, fue la que evitó que él se transformara en un muchacho dominado por la enfermedad.

Porfiada e ininterrumpidamente, el Che practicó durante nueve años rugby. Primero en el equipo de los Granado, donde además jugaba su hermano Roberto, un back que llegó a ser seleccionado bonaerense. Luego, Fuser militó en el San Isidro Club (1947), en el Yporá Rugby Club (1948) y en el Atalaya Polo Club (1949), donde era el único tres cuartos que usaba orejeras.

“Jugaba bien, no era una maravilla, pero jugaba bien”, recordó el entonces dirigente del Atalaya, Miguel Seguí. Allí, por su desprolija estampa lo llamaron Chancho...

-¿Cómo lograba jugar un deporte de esa naturaleza siendo asmático desde los dos años?

-Teníamos a alguien con el inhalador al lado del line-out. Y varias veces tuvimos que usarlo. Eran impresionantes los ataques de asma que le daban. Pero, aún así, era imposible decirle que no jugara. E insisto, tenía un tackle muy bueno. Así jugó hasta el año cincuenta y pico.

Tanto adoraba Fuser el rugby que, en 1951, cuando el asma le arrancaba el aire y comenzaba a perfilar su vida hacia la medicina y otras inquietudes pre-revolucionarias, Guevara de la Serna se inició como periodista, nada menos que fundando y redactando crónicas de la ovalada en la revista Tackle, la tercera publicación dedicada exclusivamente al rugby que apareció en Argentina.

Fragmento de entrevista extraida de
"LOS TACKLES Y PICHANGAS DEL CHE GUEVARA POR AMÉRICA LATINA"

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